martes, 10 de agosto de 2010

Cuentos románticos (Justo Sierra)


Folio de Migue:

La novela de un colegial

“¡Si lo que he deseado aquí con todo el esfuerzo de mi corazón, no lo encontrase yo en el cielo, para qué me serviría!”

“El corazón tiene también sus cuerdas sonoras, como un arpa; un arpa eólica de donde arrancan sonidos misteriosos los soplos del sentimiento; la música, el canto, resuelven los acordes iniciados en lo íntimo de nuestro ser”.

“Hay en el libro de la vida páginas fulgurantes; en el prólogo se balbucen palabras dulces, suenan los besos maternales: el idilio de la infancia. Después vienen hojas donde la pluma corre sonora, alada, se estampan frases entrecortadas, se esbozan perfiles fantásticos, se dibujan palacios encantados… Este capítulo se llama juventud.
“El hombre viene de un mundo mejor y lucha y sufre por realizarlo aquí o por volver allá. Por eso la juventud está impregnada de recuerdos del cielo; esa es la fuente de tanto luminoso ensueño, de tanta aspiración imposible; de allí esa adoración febril de la estrella, de la mujer, de la flor, las curvas supremas de la naturaleza”.

“Hoy la lápida social ha caído sobre mí. Viviré en el subterráneo entre todas las oscuridades y todas las privaciones. He entrado en el sombra”.

“Hay corazones, como hay inteligencias, que son el umbral de la inmensidad. Esos no se aclimatan aquí; son aves de paso por este clima; caen muertas como en los miasmas de la Estigia, aquí no encuentran ambiente respirable. Lo que en otros lugares sería un astro, aquí es una tempestad; lo que allá sería una sonrisa, aquí es una lágrima".


Un cuento cruel

“Desgraciadísima criatura inteligente y vigorosa, pero sin objeto en este mundo; sus versos no tienen en cuenta a la Tierra, son alados, dialogan sin cesar con Dios. Es la suya una poesía vaga y misteriosa, que se difunden en endechas líricas, saturadas de un imposible amor, pero vibradoras y radiosas como si el poeta, de pie sobre una estrella, cantara una serenata frente al balcón de Adelaida engarzado en el firmamento”.

“¡Qué fatalidad coloca en la mitad del camino de un ser apto tan sólo para extremar e idealizar todo sentimiento, a una mujer capaz de resumir y dar vida a un mundo de ensueños, pero rodeada con el inalcanzable velo de las divinidades egipcias, y que tiene un solo nombre, imposible!”

“Era aquél su Getsemaní; era la hora de infinita melancolía que se compone del deseo inmenso de la muerte y de la impotencia de morir. En esas horas brotan en los jóvenes las canas primeras, las primeras arrugas, lo imborrable, lo insuperable, lo que clausura para siempre la puerta de oro de la juventud”.


Incógnita

“…yo tenía como las aves nictálopes el don de ver en las tinieblas y las veía llenas de seres que la luz del día borra, como borran los rayos del sol a las estrellas que siguen constelando, aunque invisibles, el cielo”.

Confesiones de un pianista

“Es la primera vez de mi vida en que desearía ser capaz de ocuparme en esa abominable estupidez del corazón que se llama “amoríos”, porque el amor así, loco, sin porvenir, sin esperanza como el mío, es una pantalla entre mi inteligencia y mi Dios; es una tumba que se cierra en mi corazón”.

“El orgullo en los tontos se llama vanidad; pero en las personas de talento se llama dignidad”.

“Tengo horas alegres en medio de mi existencia de desencanto y de tedio. Esas horas que llamo alegres porque no encuentro otra palabra con qué calificarlas, son aquellas en que siento elevarse en toda su majestad la conciencia de mi dignidad de hombre, por sobre mi corazón, como una de esas augustas estatuas antiguas que se levantan sobre un sepulcro. En esos instantes siento la fuerza de analizarme, de disecarme, y encuentro que mi amor, fe y religión de mi juventud, ha muerto, pero con el noble continente de los gladiadores en el Coliseo”.

“Yo nací irónico; desgraciadamente también nací poeta”.

“Es una sociedad que en sus horas de fastidio piensa en el modo de prostituirse, y en sus horas de placer pone en práctica sus reflexiones, lo que es muy divertido”.

“Lo triste para mí es que huyen mis creencias, que me abandona mi fe, que mi juvenil melancolía, dulce y pura como un crepúsculo matinal, no tiene ya esperanza; que he llegado ya a la tarde, que ya no creo en la venida del sol, que la pequeña raya de luz que marca como un cinto de oro los límites de mi razón, es la última, es el rayo postrero que se muere; y vendrá luego la noche ciega, la noche de la negación. Con un poco de las tiniebla que hay en mi interior, me bastaría para enlutar al mundo; y allá en el fondo de esa noche, solo y silencioso, bajaré un peldaño más del abismo, y nadie, nadie volverá a acordarse de mí. Ni tú, Emilia, en el trono del placer, ni tú, Luisa, en el calvario del sacrificio. Me lastima mucho pensar; es lo único que me ha quedado, porque sentir… ya no siento nunca”.

“Los sectarios de Budha dicen que la primera de las felicidades es la de no nacer, y la segunda la de morir joven”.


Folio de Daniel:

Aquí están mis fragmentos de los Cuentos Románticos. Fue muy curioso ver los de ambos y notar con un poco de humor, cómo se iban inclinando hacia los lados consabidos. Una muestra de la inmensidad que encierra la idea del Romanticismo. Aun así, en los míos se ve algo de lo tuyo, y viceversa. Los que están marcados con una "C", son las coincidencias.

Novela de un colegial:
“Cuando en la enfermedad (…) aparece este elemento -el amor- vosotros cuantos tenéis afecto por el doliente, arrodillaos y orad por él.”

“… y lo comprendí todo, comprendí la realidad; aquella mujer divina que se me acercaba andando de un modo tan musical, tan suave, era el ideal de mi vida, de mis sueños, de mis arrobamientos de poeta, él era, ella era…”

“… olvidaba mi virgen ideal para arrodillarme ante la soberana realidad que se erguía ante mis ojos ebrios de deleite.”

“¡Sueño radiante de amores! Al levantarme al día siguiente, guardaba en la mano crispada un pensamiento estrujado y marchito”.

“¡Ay! hasta entonces había amado al amor.”

(C) “Hay corazones, como hay inteligencias, que son el umbral de la inmensidad. Esos no se aclimatan aquí; son aves de paso por este clima; caen muertas como en los miasmas de la Estigia, aquí no encuentran ambiente respirable. Lo que en otros lugares sería un astro, aquí es una tempestad; lo que allá es una sonrisa, aquí es una lágrima”

“Y al contemplar el abismo azul de sus ojos, hubo en mi espíritu como un derrumbamiento; vino a tierra todo un muro de sombras. Fiat lux… y el amor fue.”

Un cuento cruel:
(C) “Desgraciadísima criatura inteligente y vigorosa, pero sin objeto en este mundo; sus versos no tienen en cuenta a la tierra, son alados, dialogan sin cesar con Dios. Es la suya una poesía vaga y misteriosa, que se difunde en endechas líricas, saturadas de un imposible amor, pero vibradoras y radiosas…”

“… pero una horrorosa necesidad lo empujaba sin cesar hacia la impía y matadora voluptuosidad del dolor.”

“Estos sufrimientos no son para el corazón de un hombre, el alma misma es capaz de disolverse en ellos.”

(C) “¡Qué fatalidad coloca en la mitad del camino de un ser apto tan sólo para extremar e idealizar todo sentimiento, a una mujer capaz de resumir y dar vida a un mundo de ensueños, pero rodeada con el inalzable velo de las divinidades egipcias, y que tiene un solo nombre, imposible!”

“…versos, necesidad sublime de los corazones que sufren y aman…”

Confesiones de un pianista:
“La Naturaleza, para Eduardo, como para todos los corazones delicados, era una vaga pero infinita personalidad, que vivía en nosotros y con nosotros, revelándonos su alma imperecedera…”

“…parece un nombre modulado por la brisa en un arpa eólica.”

“…qué estrecho y qué mezquino es el horizonte de la vida cuando lo vemos en la realidad: qué bello, qué puro y luminoso es ese horizonte cuando todo se encuentra en la sombra de una pupila.”

“…pienso en ella constantemente y le hago sin cesar versos, que sin cesar consume el fuego…”