jueves, 6 de mayo de 2010

La voz

XV

Mi cuna se mecía junto a una biblioteca,
Babel sombría donde novela, ciencia, versos,
todo, las cenizas latinas y el polvo griego,
se mezclaban. Yo era alto como un infolio.
Dos voces me hablaban. La una, insidiosa y firme,
decía: "La Tierra es un pastel repleto de dulzura;
yo puedo ─y tu placer no conocerá límites─
abrirte un apetito que iguale su grosor".
Y la otra: "Ven, ven a viajar por los sueños,
fuera de lo posible y de lo conocido".
Como el viento en la arena sonaba su cantar,
fantasma susurrante, no sé de dónde venga,
que acaricia la oreja a la par que la espanta.
Yo te respondí: "Dulce voz, en verdad". De aquel día
procede lo que se puede llamar mi desventura
y mi fatalidad. Tras de las bambalinas
de la existencia inmensa, en lo hondo del abismo,
distingo claramente mundos bien singulares,
y, víctima extasiada de mi clarividencia,
voy arrastrando sierpes que muerden mis zapatos.

Y desde aquella época, igual que los profetas,
amo tan tiernamente el desierto y el mar;
en los duelos me río y en las fiestas lloro
y encuentro un gusto suave al vino más amargo;
tomo con gran frecuencia los hechos por mentiras,
y, mientras miro al cielo, me tropiezo en los hoyos.
Mas la voz me consuela y me dice: "Retén tus sueños:
los sabios no los tienen tan bellos como el loco".


Charles Baudelaire. Las flores del mal (Poemas diversos)

lunes, 3 de mayo de 2010

Hambre (Knut Hamsun)

Widel-Jarlsberg:
"No me era dable sentarme en un banco, marcharme a un sitio, cualquiera que fuese, sin ser víctima de inesperadas casualidades, de angustiosas pequeñeces, que obsedían mi imaginación y dispersaban mis propósitos a los cuatro vientos".

"Me encontraba sentado en el banco, sintiendo dentro de mí crecer la aversión hacia Dios, que tan insoportables amarguras toleraba que sobre mí cayesen. Si él creía que con este procedimiento me atraía a sí, haciéndome mejor, mostrándome de desgracia en desgracia el camino de la redención infalible hasta que la muerte arrebatase para siempre mi alma, se equivocaba, se equivocaba completamente: tal idea era un error seguro. Y casi llorando de angustia dirigí una imploración silenciosa, la firme persuasión de mi espíritu".

"La impresión de mis inquietudes presentes era tan agobiadora y depresiva, que no resistía el más leve contacto con la realidad".

"Habría querido aparecer puro a sus ojos, testimoniarle hasta qué punto era puro y honrado el hombre que tenía al lado. Podía contar con los dedos de una mano las veces que había sido infiel conmigo mismo; pero la amargura de aquella vida mía desolada, ¿acertaría a conmover su espíritu voluble de mujer? ¿Podría ver en ella la profunda desolación de un alma desesperanzada?"

"Quizás a su espíritu de una mujer se le antojase más disculpable una vida licenciosa que la monotonía angustiosa y desolada de mi vida".

"En verdad -añadí- se puede tener una naturaleza extraordinariamente sensible, sin por ello estar loco. Tales naturalezas pueden, sin quebranto, sufrir las más dilacerantes tragedias y morir, sin embargo, ante la expresión de unas palabras banales, dando así a entender que yo era de aquellas naturalezas. La cosa era que una cierta predisposición de mi espíritu, a la que sólo con pena asistía él mismo, propendía irremisiblemente a producirse en actitudes de desagrado; sí, así era, de desagrado para los demás y la insatisfacción para mí mismo. Esta especial conformación mía, que tenía, sin duda, sus inconvenientes, ofrecía también sus ventajas. El apocado, el pobre inteligente audaz o rico. El pobre mide cada paso que da, pesa cada una de las palabras que pronuncia; la menor de sus empresas y de sus pensamientos es una reflexiva obra de arte que, desgraciadamente, no acierta siempre a situar en la vida... Es fino de oído, cauteloso y comprensivo y su espíritu está pronto a arder como una ascua al contacto de un sentimiento o de una acción bella".