lunes, 3 de mayo de 2010

Hambre (Knut Hamsun)

Widel-Jarlsberg:
"No me era dable sentarme en un banco, marcharme a un sitio, cualquiera que fuese, sin ser víctima de inesperadas casualidades, de angustiosas pequeñeces, que obsedían mi imaginación y dispersaban mis propósitos a los cuatro vientos".

"Me encontraba sentado en el banco, sintiendo dentro de mí crecer la aversión hacia Dios, que tan insoportables amarguras toleraba que sobre mí cayesen. Si él creía que con este procedimiento me atraía a sí, haciéndome mejor, mostrándome de desgracia en desgracia el camino de la redención infalible hasta que la muerte arrebatase para siempre mi alma, se equivocaba, se equivocaba completamente: tal idea era un error seguro. Y casi llorando de angustia dirigí una imploración silenciosa, la firme persuasión de mi espíritu".

"La impresión de mis inquietudes presentes era tan agobiadora y depresiva, que no resistía el más leve contacto con la realidad".

"Habría querido aparecer puro a sus ojos, testimoniarle hasta qué punto era puro y honrado el hombre que tenía al lado. Podía contar con los dedos de una mano las veces que había sido infiel conmigo mismo; pero la amargura de aquella vida mía desolada, ¿acertaría a conmover su espíritu voluble de mujer? ¿Podría ver en ella la profunda desolación de un alma desesperanzada?"

"Quizás a su espíritu de una mujer se le antojase más disculpable una vida licenciosa que la monotonía angustiosa y desolada de mi vida".

"En verdad -añadí- se puede tener una naturaleza extraordinariamente sensible, sin por ello estar loco. Tales naturalezas pueden, sin quebranto, sufrir las más dilacerantes tragedias y morir, sin embargo, ante la expresión de unas palabras banales, dando así a entender que yo era de aquellas naturalezas. La cosa era que una cierta predisposición de mi espíritu, a la que sólo con pena asistía él mismo, propendía irremisiblemente a producirse en actitudes de desagrado; sí, así era, de desagrado para los demás y la insatisfacción para mí mismo. Esta especial conformación mía, que tenía, sin duda, sus inconvenientes, ofrecía también sus ventajas. El apocado, el pobre inteligente audaz o rico. El pobre mide cada paso que da, pesa cada una de las palabras que pronuncia; la menor de sus empresas y de sus pensamientos es una reflexiva obra de arte que, desgraciadamente, no acierta siempre a situar en la vida... Es fino de oído, cauteloso y comprensivo y su espíritu está pronto a arder como una ascua al contacto de un sentimiento o de una acción bella".

2 comentarios:

  1. Como las anteriores, creo que algunas de estas "voces" ya te las había mostrado, sin embargo, las cuelgo junto con las que creo que te resultarán inéditas para darte una probadita de lo sentido y escalofriante de esta obra maestra.
    ¡Especial atención al último clamor!

    ResponderEliminar
  2. Me pregunto si estas serán partes dispersas del libro o si todo este texto, tal como se presenta, aparece continuo dentro de la obra.

    El primer párrafo representa a las claras esos momentos inexplicables que se suelen tener. Posiblemente muy pocas personas puedan entender tan sencillas palabras, de donde resalta "angustiosas pequeñeces".

    El segundo párrafo automáticamente me recordó un detalle sobre Dostoievski aunque no tenga mucha relación: el novelista epiléptico, abrumado por la adversidad toda su vida, se debate entre el escepticismo y la fe -el odio y el amor- hacia el Dios que lo castiga constantemente, para su final redención y su monumental obra artística. Esta adversidad fue siempre un acicate o estimulante para todas sus creaciones. Al final de su vida, acepta gustoso su destino y bendice al mundo, a la vida y a Dios. No es mía esta teoría, y no recuerdo si es de Rosa María Philips o de Stefan Zweig, pero es tan creíble como que todo se sustenta en la obra misma de Dostoievski y nosotros mismos podemos corroborarlo, en personajes como Iván Karamázov o el príncipe Mishkin.

    La tercera es mi preferida, y las razones son consabidas.

    Y la última... yo la escribí.

    ResponderEliminar