sábado, 30 de abril de 2011

Bendición (Charles Baudelaire)

I

Bendición

Cuando, por decreto de las potencias supremas,
aparece el Poeta en este hastiado mundo,
y su madre, espantada y entre grandes blasfemias,
crispa sus puños hacia Dios, que la acoge con piedad:

-"¡Ah!, ¡ojalá hubiera parido un nido de víboras,
antes que alimentar semejante irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
en que mi vientre concibió mi expiación!

Puesto que me has elegido entre todas la mujeres
para ser la desgracia de mi triste marido,
y no puedo arrojar a las llamas,
como una carta de amor, a este mostruo desmirriado,

¡yo haré recaer tu odio que me abruma
sobre el instrumento maldito de tus maldades,
y retorceré este árbol miserable de forma
que no puedan brotar sus yemas pestilentes!"

Va tragándose así la espuma de su odio,
y, no entendiendo los designios eternos,
ella misma prepara en el fondo de la Gehena
las piras consagradas a los crímenes maternos.

Mas bajo la tutela invisible de un Ángel,
el niño desheredado se emborracha de sol,
y en todo lo que bebe y en todo lo que come
encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.

Juega con el viento, charla con la nube,
y se embriaga cantando camino de la cruz;
y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
llora al verle contento cual pájaro del bosque.

Todos a quienes quiere amar lo observan con temor,
o bien, animados por su tranquilidad,
buscan a quien sepa arrancarle un gemido,
y hacen en él la prueba de su ferocidad.

En el pan y en el vino destinados a su boca
mezclan ceniza con impuros salivazos;
con hipocrecía arrojan lo que él toca,
y se acusan de haber puesto sus pies donde sus pasos.

Su mujer va pregonando por las plazas públicas:
"Pues me encuentra tan bella que me quiere adorar,
haré el papel de los antiguos ídolos,
y como ellos quiero que me cubran de oro;

y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,
de genuflexiones, de viandas y de vinos,
para saber si puedo a un corazón que me admira
¡usurparle, riendo, los homenajes divinos!

Y, cuando yo me aburra de estas farsas impías,
pondré sobre él mi débil y fuerte mano;
y mis uñas, semejantes a las uñas de las arpías,
sabrán abrirse un camino hasta su corazón.

Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,
arranacaré ese corazón tan rojo de su seno,
y, para que se sacie mi animal favorito,
¡lo tiraré al suelo con desdén!"

Al Cielo, donde sus ojos ven un espléndido trono,
el Poeta sereno eleva sus piadosos brazos,
y los vastos relámpagos de su espíritu lúcido
le ocultan el aspecto de las gentes furiosas:

-"¡Bendito seas, Dios mío, que das el sufrimiento
como un divino remedio a nuestras impurezas
y como la mejor y la más pura esencia
que prepara a los fuertes para los santos goces!

Yo sé que tú reservas un lugar al Poeta
en las filas bienaventuradas de las santas Legiones,
y que le invitas a la eterna fiesta
de los Tronos, las Virtudes y las Dominaciones.

Yo sé que el dolor es la nobleza única
donde nunca harán mella la tierra y los infiernos,
y que para tejer mi mística corona
hay que contar con todos los tiempos y con todos los universos.

Mas las joyas perdidas de la antigua Palmira,
los metales desconocidos, las perlas del mar,
montados por tu mano, no podrían bastar
a esa bella diadema deslumbrante y clara,

pues no estará hecha más que de pura luz,
tomada del hogar santo de los rayos primitivos,
y del cual los ojos mortales, en todo su esplendor,
¡no son más que espejos oscurecidos y lastimeros!"

3 comentarios:

  1. Lo anticipado de Baudelaire; el segundo del francés en nuestro Rayo.

    Mi notoria dilación responde a una cuestión muy simple: No hallé por ningún lado la versión exacta del libro que ambos adquirimos, así que tuve que trascribirlo íntegro, y como puede verse, es bastante amplio.

    Elegí Bendición, que es, no más, el primero de todos los poemas que integran Las flores del mal, por ser una suerte de prefacio a todo el contenido de la obra; Y porque a través de él, Baudelaire concreta el mensaje disuelto en sus Flores malditas.

    Hace tiempo vengo pensando que, de forma, digamos, experimental, talvez no tengas tantas afinidades con este poeta.

    Como se verá, Baudelaire es uno de los vates religiosos, y por extensión moralista, que sólo pueden realizarse a través de la corrupción y de la abjuración. De hecho, el principio cíclico de culpa / expiación; fe / abjuración es inexorable para todo hombre, pero sólo algunos seres profundamente religiosos (Dostoievski, Baudelaire, Bosch, Kazantzakis, Berlaine, etc.) tienen bien marcado en su sentir poético, el hondo escozor de la llaga mística.

    No sé, ya me dirás, como sea, hay muchos asuntos en juego, el poema da para todo, adelante...

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  2. Impactante poema. Esa es la palabra: impactante. Impactante para mí, que no he abordado la obra de Baudelaire. Toda su primera leída fue un espasmo para mí, sobre todo en las primeras estrofas:

    "...y su madre, espantada y entre grandes blasfemias,
    crispa sus puños hacia Dios, que la acoge con piedad:

    -"¡Ah!, ¡ojalá hubiera parido un nido de víboras,
    antes que alimentar semejante irrisión!
    ¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
    en que mi vientre concibió mi expiación!"

    Hasta el día de hoy no había leído pintura poética con tal carga de tragedia-fatalidad o noséqué...

    Y el gran problema es que uno se ve a sí mismo en ese trágico nacimiento. Uno es el monstruo desmirriado. Es abrumador encontrar un retrato tan ennegrecido del poeta maldito.

    Ahora bien, la figura de la madre me inquieta también:

    "¡yo haré recaer tu odio que me abruma
    sobre el instrumento maldito de tus maldades,
    y retorceré este árbol miserable de forma
    que no puedan brotar sus yemas pestilentes!"

    Y me pregunto qué tanto de autobiográfico hay en este aspecto de este poema.

    *
    "Mas bajo la tutela invisible de un Ángel..."

    A partir de aquí, las siguientes tres estrofas se tornan incluso conmovedoras:

    "y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
    llora al verle contento cual pájaro del bosque."

    Y hay un fragmento que posiblemente sea el que más resalto de todo el poema, que es una tremenda perogrullada:

    "Todos a quienes quiere amar lo observan con
    temor,
    o bien, animados por su tranquilidad,
    buscan a quien sepa arrancarle un gemido,
    y hacen en él la prueba de su ferocidad."

    Cuando aparece la Consabida, ¡vaya visión tan trágica!

    "Pues me encuentra tan bella que me quiere adorar,
    haré el papel de los antiguos ídolos..."

    "para saber si puedo a un corazón que me admira
    ¡usurparle, riendo, los homenajes divinos!"

    "y mis uñas, semejantes a las uñas de las arpías,
    sabrán abrirse un camino hasta su corazón."

    "lo tiraré al suelo con desdén!"

    Y tiene mucho, mucho de cierto.

    *
    Los últimos párrafos ya son un poco reconfortantes, pues todo lo anterior llega casi a asustarte. Resalto:

    -"¡Bendito seas, Dios mío, que das el sufrimiento
    como un divino remedio a nuestras impurezas

    Yo sé que tú reservas un lugar al Poeta
    en las filas bienaventuradas de las santas Legiones,

    Yo sé que el dolor es la nobleza única
    donde nunca harán mella la tierra y los infiernos

    pues no estará hecha más que de pura luz,
    tomada del hogar santo de los rayos primitivos,
    y del cual los ojos mortales, en todo su esplendor,
    ¡no son más que espejos oscurecidos y lastimeros!"

    *
    No tiene un solo descenso el poema. Íntegro, pude haberlo citado. Si no mal recuerdo (no tengo tu comentario a la mano), dijiste que es el primero de Las Flores del Mal; ¡pues vaya puerta de entrada! Un solo poema me ha sido muy valioso para introducirme un poco a esta lírica, y no tardaré mucho en abordarla. También me sirve y servirá mucho para entender la influencia de Baudelaire en ti y en tu poesía.

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  3. Leyendo lo referido en la nota, creo que va ser imposible que lleguemos a ser amigos, a no ser que me hagan llorar con verdades y no me hagan reír con mentiras. Baudelaire no tiene la culpa de sus empalagosos juicios.
    Me resulta tan difícil realizar una crítica sustancial del poema sin atentar o romper el cuerpo mismo de las estrofas. Y sobre todo, por no querer restringir del producto conceptual -la cálida armonía que se desprende de cada verso y que gentilmente el poeta depara en nosotros- de las reales necesidades del espíritu. Por supuesto que al leer el poema me he sentido plagiado, como si ya sabía lo leído, sólo que no me había percatado. Tal vez ese sea su primer efecto y el resultado permanente de titánico lirismo. Como diría El Conde de Lautremont: "La poesía es plagio". Pero esta afirmación necesita a su vez de un argumento. Está claro que todo el siglo XIX pare una gran camada de serafines bajo la tutela invisible de la poesía. Rimbaud, Holderlin, Wilde, Verlaine, Beethoven, Shubert, Rodin, Dostoievsky, Sthendal, Tolstoi ... pare de contar. Todos ellos ante sus semejantes, el hombre, han visto la imposibilidad del poema y coincidido en que el arte es un combate contra la propia naturaleza, la aniquilación del YO y que nada de lo representado por ellos mismos les pertenece, sino que no estuvieron los suficientemente preparados para percibirla. Sus brazos se han roto por haber estrechado nubes, nosotros somos los dichosos.
    La crítica literaria no es el determinismo en las particularidades del artista, sino la apreciación de la fuerza y contundencia en que cada uno de esos bellos seres se acerca al mismo destino, donde todos, incluyéndonos, somos el mismo.

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